jueves, 4 de junio de 2009

C.A.T




Muere la luz roja
de los cursos acelerados de fotografía,
se aleja y cierra la puerta:

en la oscuridad
nunca encontré el negativo
ni las tijeras
lo ponía del revés
siempre

en la oscuridad,
los ojos duelen
de tanto abrirse.

Me siento más perdida que nunca,
jamás sabría encontrarle
en un silencio de color negro.

Su olor le delata
es lo único,
justo enfrente de mi.

Mis dedos son
como raíces que se clavan
en la tierra de su espalda,
y lentamente
nacemos bajo las huellas:
cuello
párpado izquierdo
nariz
una y otra vez
los labios.

Es increíble
dibujarle despacio,
la sensación de flotar
mientras la oscuridad inmensa
nos devora.


No sé.
Será que no existen palabras
para lo que existe debajo.

Será que no sabe
cuántas noches me castigan,
arañando recuerdos en el pecho,
que ya no duermo,
que ya no soy,
que nunca aprendí a revelar
y encontré hoy
entre las cosas de mis cajones
el último carrete,
y entonces

no encontré palabras aquí dentro.

No sé.

Mejor le dejo esto
para que lo escuche,
por si vuelve,
por si sigo aquí.

Entonces
diré la verdad:

que no encaja
un final
impuntual
como éste
que no lo merezco

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