sábado, 25 de octubre de 2008


En realidad, ya no importaba quien fuera ella o quien se sintiera, porque su vida era un constante cambio, un desequilibrio en movimiento buscando el centro. Lo notaba cada vez que abría el frasco de colonia abandonado en el armario, y el olor a pasado le impregnaba el olfato, o cuando encontraba, por casualidad, restos de recuerdos al fondo del cajón. Ella había cambiado y era inevitable. Al mismo tiempo se sentía entera. Entera y a veces, sin saber qué decir o qué pensar…

martes, 14 de octubre de 2008


Rodeados de océano
A merced de la marea
Con las manos hundidas en
barro,
O tierra..
No hay llanto ni pena
no existe la nostalgia
(aún)
Tu contorno en la marea
enreda
mis pies.

jueves, 9 de octubre de 2008

Mingo, el Pescador



Mingo mira, nos mira, con esos ojos verdes enormes, que cambian de color - a veces porque está triste, dice él - mientras con sus manos mueve el aire, ahí sus pliegues, sus uñas gastadas y el olor a salitre de tantos años en el mar.

Mingo en la isla, la isla en Mingo.

Con el Bermejo en la mesa pasan las horas. Nos habla de tiempos extraños, ajenos a nosotros y a la vez parte de nosotros en cada rincón que señala con el dedo. Fue difícil despedirse de aquel lugar. Porque Mingo también era un lugar. Cada vez que contaba una de sus muchas historias, de pronto hacía una pausa, se detenía, agachaba la cabeza y bajaba el tono, hablando casi en susurros. Y sin darnos cuenta, estabamos agrupados alrededor de él. Caminamos por calles de arena escuchando sus palabras y sus silencios. Simplemente escuchando e imaginando. Entonces vimos la otra parte de la isla, la que atraviesa superficies.
La verdadera realidad.

(Campanilla - Hikori)


Y esta noche el Jameo, la cueva de al lado de El Ermitaño (El Flaco Juan, le llaman)
Esta noche entre telas y palmera beberemos Bermejo y Arehucas
dormiremos con shishidos de marea
la media luna color canela despertará
nuestro subconsciente
navegará hasta Alegranza y hasta el Atlántico y sin tierra ni verde
aquí sólo hay conejos, palés, montes de venus y cromas cercanos al centro del
PLANETA

(Tristana - Aquela)


Se despertó sin saber quién era ella, de dónde venía lo que sentía, de dónde llegaba lo que pensaba. Y hay veces en que la soledad raya lo absoluto, veces en las que sientes que el telón se va a derrumbar...
La marea se lleva mis dudas
Y volver volveremos,
volveremos a volver.

(Sara - Arcoiris / Mamá Oca)


Todo es tan luminoso que no sé si hace sol o no.
No sé si hace frío o calor.
Los días se desdibujan,
Las noches son noches de verdad.
No hay luz.

"A partir de aquí me fui a África, (...) cuando volví de África me decían: ¡estás loco! y yo les contestaba: No te voy a contar nada... (...) Cuando me fui a Hamburgo fue el día que se derrumbó el muro. Yo estuve allí, el día de la unificación alemana, y yo no sabía nada, hablaba cuatro palabras en guiri y francés, no alemán, dormía debajo de un puente..."

Lo que le dice el viento.

Cuando Mingo habla, explica mucho más su cuerpo que sus palabras. Sus fuertes gestos, la mirada despierta y atenta debajo de su gorra y su risa sincera transmiten una calma tan profunda que es difícil de explicar. No tiene muchas palabras. Las conoce pero no las usa, porque no le resulta necesario. Sus frases son cortas y lentas. No tiene prisa en decir lo que piensa. Es pequeño y robusto, y el color de sus ojos es de un gris indefinido, que, como su isla, cambia con la marea, con las olas y con el viento.

- Mañana va a hacer bueno - dice, mirando más alla del horizonte.
- ¿Por qué, Mingo?
- Porque el viento... ¡fúuuuu! - sin apartar la mirada extiende los brazos y hace energéticos gestos en dirección al viento.

¡Fuá! ¡fuuú! ¡buá! ¡chss! ¡chuip! ¡shuum!

Sus frases están llenas de este vocabulario que no ha aprendido en ningún libro o en las revistas o en la televisión. No se lo ha enseñado su padre o su maestro. Son palabras que le han enseñado el mar, la arena, la sal y el viento. Mingo habla con la brisa y la tormenta con las olas y las piedras.
- Mañana va a hacer bueno
- ¿Por qué, Mingo?
Se gira.
Sonríe.
- Me lo ha dicho el viento.

(Luisal - Gran Castor)

Y viene Mingo o... Mufasa, y es imposible no quererle, no desear abrazarle y decir:
- Mingo, lo que tu digas.
En esta isla donde el tiempo no importa descansamos de la historia del mundo.
No me quiero marchar, porque no veo el momento de volver y cuando marchemos dejaremos algo de nuestro aquí y lo que nos llevamos no tiene precio
porque no se puede pagar lo que no tiene precio.

(Nerea - Keeo)