no te he contado que me encanta cuando fuma,
tiene unas manos preciosas,
se acerca con calma el cigarro a la boca y mira lejos,
muy lejos, y yo
nunca averiguo dónde ha ido su cabeza,
y cuando vuelve,
me mira dentro y a mí
una uña invisible se me clava
y me hace cosquillas en el estómago.
Y sin embargo,
aún sus manos me recuerdan a las tuyas
golpeando el aire y el volante,
y en sus profundos ojos,
a veces huelo
el odio de los tuyos,
aunque sea mentira.
Quería que supieras que
eres la resaca que ahuyento
cuando miro de frente,
que no te odio,
ni te quiero,
que te perdono,
aunque sea mentira.