martes, 31 de marzo de 2009

G.



Luz entre pasos
al fondo de la calle
el caminar de dos s o m b r a s
en silencio

recuerdo el calor en tobillos, nuca y espalda
no hacía tanto frío

miré hacia detrás

como si fuera libre
una silueta me sigue
a contraluz

Todo es tan fácil
el caminar de dos sombras

en silencio





domingo, 15 de marzo de 2009

lunes, 9 de marzo de 2009

Cuando la razón es golpeada por mil portazos, cuando tus palabras
–si, esas que no admites- atraviesan mi estómago y me derrumban, cuando desde el pecho siento el agujero que me aspira hacia la nada, la inconsciencia del lugar en que dejarme caer.
No es justo.
Pero tú sabías que yo estaba dispuesta a correr ese riesgo.
Que me lo jugaría, todo, por ti, que soportaría cualquier carga que tú me pidieras,
y ahora, cuando es demasiado tarde, tengo que recordarte todo aquello que niegas.
Me niegas a mí
mi nombre
mi presencia,
mi existencia en este instante.
Tu, y tu capacidad de no acertar nunca lo que llevo dentro.
O de disimularlo tanto.
Al menos déjame decirte, en vano, que el problema, el verdadero y constante problema, es tu voz en calles desiertas.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Parte II

Don Melquiades Suárez, quien rara vez se enteraba de las habladurías que recorrían las calles de su pueblo, se encontraba aquel martes caminando sobre tierra mojada, dando uno de sus habituales paseos lejos del pueblo.
A menudo llevaba una pipa en la boca, de la que saboreaba una mezcla de hierbas que se le antojaba deliciosa y que solían dejarle en un estado de inexplicable felicidad.
Además, también le gustaba el olor que se quedaba impregnado en sus ropas.
Mientras se perdía en el humo que exhalaba de su garganta, su mente se dedicaba a romper pompas de jabón, a desnudarse o a sumergirse en olas, según la temperatura que hiciera aquel día.
Otras veces le daba por pensar en la en la risa de sus hijos, en su juguete favorito de la infancia, en el olor a madera de su antigua casa, en el cabello pelirrojo de la mujer de la Plaza de las Descalzas que decían que era puta, o en tantos otros detalles que sólo él percibía.
Don Melquiades. Un hombre peculiar.

domingo, 1 de marzo de 2009

Parte I

El quinto hijo de la familia Suárez, de 3 kilos, 280 gramos y 51 centímetros de tamaño, había nacido una fría mañana de martes entre cuatro sucias paredes sobre un colchón improvisado.
Algunos no dieron crédito a este hecho, es decir, nadie realmente esperaba que la curva incipiente del vientre de Doña Mercedes pudiera albergar más vida, y menos que diera a luz aquel martes lluvioso.
Nadie hubiera sospechado, jamás, que comenzaba a gestarse un latido bajo las holgadas telas que solían cubrir su cuerpo de pies a cabeza, telas que arrastraba donde quiera que se desplazara, ensuciándolas siempre.
Doña Mercedes. Una mujer peculiar.
En cualquier caso, la noticia rápidamente se extendió por el pueblo, y en pocas horas había recorrido todos los caminos que a las palabras se les permite recorrer. En forma de grito o susurro, la historia saltaba de una ventana a otra, y, como era de esperar, el destino de aquella historia también fue a parar a bocas ingratas.
Aquel martes, precisamente aquel martes, la rutina del pueblo se quebró de golpe con la noticia, y todos y cada uno de los habitantes, ante un primer estado de desorientación y pánico, decidieron hacer de aquella historia virguerías, llegando a convertir en un reto personal inventar la historia más grotesca y original sobre los hechos.
De esta forma, aquella historia se transformaba irremediablemente minuto a minuto, y pasó a convertirse, en la esquina de la calle Libertad con la calle Desengaño, en un alumbramiento nada común, pues Doña Mercedes había dado a luz dentro de una bañera rodeada de sus cuatro vástagos, que asistían a semejante espectáculo con absoluta perplejidad y cierta mirada de repulsión, y ante la inestimable presencia del párroco de la Iglesia, que había optado por bautizar a la criatura con la hedionda agua caliza que escupía el grifo.

A la altura de la calle Montalbán, las malas lenguas aseguraban que aquella criatura no había sido fruto del matrimonio Suárez, sino del esporádico encuentro que Doña Mercedes tuvo, nueves meses atrás, en la trastienda de la panadería de la calle Soledad, pues todos habían visto la expresión de satisfacción que asomaba en su rostro cada vez que Tomás, el panadero, acercaba pan caliente, recién hecho, a las manos de Doña Mercedes....

Everything in Its Right Place

Black Milk

Take a real world paper,
And a real world pen



Algo sucede cuando caminas despacio sobre naturaleza muerta.
Cuando el reflejo todo lo daña, siempre.
El líquido se derrama de la botella. Derrochando una gota tras otra.
Rómpela. Bébela. Vacíate.

Y hagas lo que hagas,
no me mires de frente,
esta vez.