Sin embargo, cuando me enfrenté a la calle atestada de gente, con el teléfono-cámara tembloroso entre los dedos, eché un vistazo a mi alrededor y fui consciente de la complejidad real a la que me enfrentaba. Me pregunté, mirando a un lado y a otro, cual de todas aquellos instantes debía captar, hacia dónde debía mirar, qué historia, de entre todos aquellos rostros, debía contar.
Dejándome llevar por la inercia de la bicicleta que empujaba sin apenas darme cuenta. Entonces, apareció: entre aquella marabunta de gente que iba y venía, un anciano tocando el piano al lado de un chico joven (Foto 1). Mi curiosidad al acercarme debió alimentar la suya, porque aquel hombre, lejos de apartarse de nosotros e incomodarse, de buena gana sacó un bolígrafo y un papel y, mirando fijamente a mi amigo, sonrió detrás de sus gafas y comenzó a dibujarle. Nos habló de su vida sin nosotros preguntarle pero con el deseo de conocerla; y conforme enriquecía con detalles su narración, el rostro del papel ganaba en matices, dibujando los pliegues de la piel, un brillo en la mirada que nacía bajo sus dedos (Foto 2).
Concentrado en repasar los últimos detalles del dibujo, nos contó que un tal Maquiavelo había dicho una vez: "si puedes matar a tu enemigo, hazlo; si no, hazte amigo suyo" . Acto seguido y sin dejar apenas reposar la frase, como si fuera a arrepentirse de haber sacado a la luz aquella reflexión, nos dijo:"yo he decidido hacerme amigo de ella, ya que duerme conmigo todas las noches: la leucemia". (Foto 3)
En una sociedad en la que las tecnologías de la comunicación evolucionan entre nuestras manos a una velocidad vertiginosa, también se hace crucial la necesidad de mantener cerca las relaciones personales, humanas.Y de cuidarlas.